Si hay algo en común en casi todas las embarazadas que conozco, es el
miedo al dolor. No sólo el del parto, sino al dolor en general.
Yo me pregunto si el miedo es el dolor o al sentir. De momento, lo dejo ahí.
Me pongo un rato a ver la tele. Es penoso lo que dan, pero me gusta ver
la publicidad. Sí, soy rarita hasta para eso, lo sé. ¿Os habéis parado a
pensar en los anuncios que dan? ¿Os habéis fijado en la cantidad de
analgésicos que se publicitan? ¿En cómo te venden que el dolor es
evitable y que te mediques antes incluso de que aparezca? Yo me quedo
perpleja. No porque esté a favor o en contra de la analgesia, sino por
la impunidad con que se dicen ciertas cosas en televisión sin valorar el
daño que causan. Me explico.
El dolor, sea cual sea, y venga de donde venga, tiene una razón de ser,
un motivo. ¿Nadie se pregunta por qué duele? ¿Ninguna persona se
cuestiona si puede ser perjudicial eliminar el dolor sin conocer los
motivos que lo provocan? Desde luego, según los anuncios, el dolor
siempre hay que evitarlo y erradicarlo de nuestro ser,
independientemente del origen y sus consecuencias. Y esto me parece,
cuanto menos, peligroso.
El dolor es una señal de alarma del organismo. Nos indica algo: algo se
ha roto, algo necesita ayuda. Es importante conocer el origen del dolor
antes de eliminarlo, porque si no eliminamos primero la causa del dolor,
podemos correr el riesgo de tener lesiones más graves. Un ejemplo
sencillo: me duele la espalda. Si me tomo un analgésico y ya está, no
sabré si lo que me causa el dolor puede modificarse o no. No digo que no
sea adecuado aliviar el dolor, sino que conozcamos primero la causa.
¿Me duele la espalda por una posición inadecuada? ¿Me duele porque me he
dado un golpe? ¿Me duele por una contractura? ¿Me duele porque tengo
una compresión de las raíces nerviosas? ¿Me duele porque es la forma en
que mi cuerpo expresa su cansancio y su malestar emocional? ¿Me duele
porque tengo una deformidad en la columna que hace que mis músculos
trabajen de forma incorrecta? Y después de esto, ¿hay alguna forma de
aliviar el dolor que no sea un medicamento? Si me tomo el analgésico sin
más, y resulta que tengo una contractura o una compresión de las raíces
nerviosas, la causa mecánica del dolor persistirá, y cuando se me pase
el efecto, volverá el dolor. Pero, además, como el dolor me hace tener
cuidado de no forzar mi espalda y protegerla de más lesiones, no lo
haré, y los movimientos podrán terminar de lesionar los músculos,
tendones, ligamentos o raíces nerviosas, transformando un simple dolor
de espalda en una lesión crónica. Y eso, sin sumarle los posibles
efectos adversos que tienen todos los fármacos, incluidos los tan
recurridos y aparentemente inocuos, analgésicos.
Todo eso mientras veo un anauncio, jeje. Lo que da de sí una mente inquieta, eh?
Entonces, llega el parto. Sin duda, un proceso fisiológico donde el
dolor aparece no como señal de alarma, sino como guía para facilitar el
parto. En otro momento reflexionaré sobre si debería o no debería doler
el parto, ya que es un proceso fisiológico. El caso es, que la mayoría
de las mujeres de nuestro entorno, tienen dolor en el parto. Un dolor
más o menos intenso, pero dolor.
Lo que me sorprende es que muchas mujeres, la mayoría, no se preguntan
por qué duele el parto. No se cuestionan si eliminar el dolor puede
tener efectos adversos. Ni siquiera piensan que los fármacos que se
utilizan para el dolor, tienen efectos secundarios.
Sólo quieren quitar el dolor.
El dolor en el parto es una herramienta muy poderosa. Es la guía del
movimiento, la que indica al cuerpo cómo moverse y cómo facilitar el
paso del bebé por el canal del parto. El dolor es lo que hace que las
mujeres paran; a pesar de las horas, del cansancio y de la
desesperación, el dolor es lo que suministra a la mujer la fuerza y la
necesidad de parir.
También es lo que ayuda a la mujer a desconectar del mundo, a meterse en
sí misma y dejarse llevar por la energía ancestral del parto y el
nacimiento. En este caótico sistema, en este nuestro mundo social y
cultural lleno de miedos y control, para poder descontrolarse y dejarse
llevar, las mujeres han recurrido al dolor como forma de estímulo; un
estímulo muy poderoso, lo suficientemente fuerte, como para superar el
ambiente extraño, el sentirse observada, el frío, que rodea
habitualmente un parto.
Cuanto peor es el ambiente, cuanto menos calor, más ruido, más luces y más miedo, más dolor.
Así, el dolor es a la vez nuestro miedo y nuestra salvación.
Prepararse para el parto, es prepararse para vivir el dolor de la forma
más eficiente. Para aprender a dejarnos llevar, a sentirlo y no
batallarlo. Para comprender su función y su ayuda. Y para aprender de
qué forma se puede llevar mejor.
El dolor estará, pero la forma en que lo percibas, es sólo tuya.
Dolor no es sufrimiento, pero puede llegar a serlo si no puedes manejarlo.
Eliminar el dolor así, sin más, no ayuda a parir. Y tiene consecuencias.
Las mujeres paren cada día. Y pueden. Sin analgesia y sin ayuda. Porque estamos hechas para parir.
Pero si decides usar analgesia en tu parto, al menos no lo hagas de
forma inconsciente. No necesitas analgesia; si la usas, es porque
quieres. Y eso está igual de bien que decidir no usarla.
Estar informada, de los efectos adversos, de las repercusiones sobre el
parto, de cómo afecta al bebé, es lo que debes tener muy claro. Una vez
que lo tengas claro, entonces, lo que decidas, bien decidido estará.
Y lanzo esta pregunta: ¿si no estuviera la epidural, qué pasaría?
Fuente: Centrohebame.blogspot.com
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