La silla de parto era la silla en forma de herradura sobre la que se sentaba la mujer en trance de dar a luz.
Los griegos empleaban ocasionalmente una cama o sofá especiales para tales menesteres, no obstante el empleo de la silla obstétrica continuo siendo una costumbre muy extendida hasta el siglo XVII, e incluso en pleno siglo XIX era de uso frecuente.
Dice la historia que el primer comadrón o partero de verdad fue Pablo de Egina (652-690), que ejerció en Egipto y Asia Menor y llegó a ser considerado como un oráculo en cuestiones atinentes a la reproducción humana.
Este Pablo de Egina tuvo métodos originales: recomendaba que el parto en las mujeres obesas se atendiera acostándolas sobre su abdomen, las piernas levantadas hacia atrás. Puesto que Sorano de Efeso, que existió a principios del siglo segundo de nuestra era, se ocupó en uno de sus libros que la "silla obstétrica", podemos deducir que le parto se sucedía en aquellos calendas estando la mujer en posición sentada.
A día de hoy aún hay quien defiende esta posición como idónea para el parto, sobretodo los defensores del parto natural, según la wikipedia en las posiciones verticales (de pie y cuclillas) se producen menos episiotomías, aunque esto se encuentra contrarrestado, en parte, por un aumento de los desgarros perineales de segundo grado, así como de laceraciones y desgarros labiales. Asimismo, se producen escasos desgarros de tercer grado, y de los que aparecen, existe una incidencia siete veces mayor en posiciones verticales sin apoyo (cuclillas, rodillas o de pie) que en las verticales con apoyo (taburete o silla de partos).
François Mauriceau fue quien impuso la cama de parto y exigió que se abandonara la silla obstétrica. El 19 de Diciembre 1778 la reina María Antonieta dio a luz en su lecho a Maria Teresa y la silla obstétrica fue perdiendo su favor.
Los intentos de los médicos encaminados a ejercer la obstetricia tropezaron siempre con nula oposición. Excepto entre la realeza , el médico tropezaba siempre con la gazmoñería, que a veces alcanzaba grados inauditos. Como muestra este grabado de 1681 (pinchar para ver ampliado), que aparece en la obra del médico holandés Samuel Janson, en ocasiones se le obligaba al médico a sujetar uno de los extremos de la sábana a su cuello, mientras el otro extremo se sujetaba al cuello de la paciente; con ello quedaba perfectamente libre el camino para los ojos del médico, pero por encima de la sábana, mientras que manipulaba a tientas por debajo. Tenía que hacer sus operaciones a ciegas, sólo a cambio de ahorrarle muchos rubores a la enferma. Todavía a finales de los años cuarenta del siglo XIX, el inglés John Stevens de la sociedad para la supresión del vicio, denunciaba y exponía en sus impresos los peligros e inmoralidad de emplear hombres en obstetricia.
En esta representación puede observarse el trabajo de la comadrona "a ciegas", hurgando entre las ropas de la parturienta.
En Egipto también se hallaron sillas de parto fabricadas en piedra y madera.
Actualmente, el parto se asiste con protocolos médicos como si de una enfermedad se tratase; no se tiene en cuenta a la mujer ni al progreso de su parto porque lo importante es ganar tiempo.
En la silla obstétrica, en cuclillas, en decúbito lateral izquierdo y en cuadrupedia se respeta la libertad de la pelvis y la gravedad favorece el descenso del bebe. No precisan instrumentalización alguna y la episiotomía seria prescindible si no existe riesgo para la vida de la madre o el bebe.
Sería recomendable recuperar la silla obstétrica, con brazos y respaldo para sujetarse la mujer, pero hueca por debajo para dejar salir al niño. Hoy en día puede dar luz en su hogar y, si hay un problema, se evacúa inmediatamente. dijo José Carro Otero (profesor de Medicina).
Fuente Libro: Haggard, H. W. : Diablos, drogas y doctores
1 comentario:
Mmmm... interesante entrada. ¡Gracias, chicas!
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