sábado, 13 de marzo de 2010

Cristina y su luminoso oficio de partera

Por Valeria Valencia/corresponsal
San Cristóbal, Chiapas, 2 oct 08 (CIMAC).- Acompañar el momento de parir y nacer, de consolar en medio del dolor, de animar en la cúspide del sufrimiento, ha sido la labor de las parteras, mujeres iluminadas. Es justo lo que por miles de años han hecho: no dejar solas a las que paren, ser cómplices de nuestros secretos, ayudarnos a descarnar el alma para dejar nacer, al final, a la mujer libre que somos.
Cristina Alonso Lord es partera. Gracias a ella, muchas mujeres hemos re nacido y parido en amor. Por su acompañamiento durante el embarazo y parto, hemos tenido partos grandiosos e inolvidables. Más que misionera, me parece una sacerdotisa. Sus manos y sus palabras están llenas de luz. Su pequeña figura da una confianza gigante. Quizá sea la seguridad de su voz, la determinación de sus palabras o la calidez de su mirada azul.
De tierras lejanas, Cristina llegó a Chiapas con la inquietud de aprender de las parteras tradicionales. Había bebido ya de la sabiduría de las guatemaltecas luego de haber concluido su carrera en antropología con especialidad en antropología médica en Estados Unidos.
Desde entonces, se interesó en la salud de la mujer y en temas como aborto y muerte materna. La salud de la mujer le preocupaba porque, dice, "los marcos culturales de comportamiento femenino definen cómo va a ser la salud de la mujer".
Platicamos en el confortable cuarto, adornado con coloridos cuadros de lunas, donde atiende a las mujeres embarazadas. Sólo hay dos sillas y una cama. No existe el clásico consultorio con una computadora desde donde, de reojo, la doctora atiende.
"NO ELEGÍ SER PARTERA"
Ella no eligió ser partera, confiesa, fueron las madres las que la eligieron al pedirle acompañar sus partos. "Se me hacía un trabajo bastante aburrido, nefasto en términos de horarios porque estás a merced de las fuerzas naturales y no es un horario muy saludable".
Luego de su estancia en Guatemala "quise venir a México para aprender de las parteras y estuve seis meses en el Hospital Materno de Casa, que pertenece a la escuela de partería de San Miguel de Allende". Durante ese tiempo se planteó la idea de trabajar en un hospital, puesto que en Europa y Estados Unidos es común que las parteras trabajen en hospitales.
"Aprendí mucho técnicamente, pero decidí que yo no era de hospital por la falta de relación personal con las mujeres, no me acuerdo de sus nombres ni de los bebés, y eso me chocaba un poco".
Luego en EU estudió una maestría en salud pública y contactó con una partera que atendía en casa en Nueva Orleáns y trabajó con ella desde el oeste de Texas hasta Florida. "En esa parte hay pocas parteras y teníamos mucho trabajo. Para mí era una curiosidad".
Fue cuando conoció a una pareja que por una mala experiencia previa deseaba parir en casa y le pidieron a ella los acompañara. El parto fue una experiencia fuerte porque el bebé se trabó de los hombros. "En el hospital había atendido tres casos así y por ello pude salvar el caso. La experiencia fue muy fuerte para todos. Yo supe que si no hubiera estado ahí, la situación se hubiera complicado", recuerda.
Una amiga de esa pareja le pidió después que la atendiera y así se fue corriendo la voz. "Nunca dije que era partera. No cobraba mis servicios. Era algo que hacía como las mujeres hemos hecho siempre, tengo un conocimiento y lo comparto".
"TODOS LOS PARTOS SON BONITOS"
"Los primeros partos que vi eran en agua y eran lo más bonito del mundo. El primero que vi en tierra dije: ¡qué seco está esto! Pero todos los partos son preciosos con mujeres fuertes y bebés muy contentos de estar aquí. No tuve la experiencia de partos traumáticos ni mujeres violentadas", platica
Al concluir su labor en Marie Stopes, San Cristóbal, Cristina tenía clara la necesidad de una organización para el acompañamiento del parto en Chiapas. Fue así como fundó la Casa de Partos Luna Maya en el 2004.
Ahí, ha atendido a mujeres de todas las edades, diversos orígenes, culturas, emociones, problemas. "Todos los partos son bonitos, no se me olvidan, cada una es especial, cada mujer y bebé es diferente. Hay momentos de crisis muy fuertes que han tenido las mujeres y ha sido muy bonito acompañarlas y que ellas tengan a alguien".
"YO CREO EN EL PARTO"
Para Cristina no hay fuerza más poderosa a la cual apelar que la femenina. Es esa certeza lo que la hace fuerte desde que recibe la llamada de una mujer con dolor de parto. "Quiero que ella tenga lo que necesita para parir y que su familia sea paciente. Me ha tocado que los familiares son un gran obstáculo y no le han permitido su tiempo a la mujer”.
“Espero que ella lo disfrute y vaya más allá de las contracciones y pueda entender que las contracciones son la fuerza que ella tiene. Espero que ella duerma, escuche su cuerpo y le dé permiso a su bebé para venir. Yo creo en el parto, creo que todas las mujeres pueden parir y todos los bebés pueden nacer si creamos el espacio propicio y la acompañamos y resolvemos sus miedos. Las cosas salen mal cuando la mujer no está preparada".
Así como ha tenido experiencias hermosas, ha pasado por momentos difíciles: "Claro que he visto cosas feas, pero estoy lista para manejarlas y si sobrepasan mi capacidad sé que hay hospitales que me pueden ayudar y no tengo miedo en pedir ayuda".
CRIS, ABUELA DE MUCHAS Y MUCHOS
"Abuela" de muchas niñas y niños, Cristina asegura que le da mucha alegría ver cada vez más mujeres como protagonistas de su parto que estén informadas y no opten por intervenciones quirúrgicas."Estoy experimentando un cambio social que lo están haciendo las mujeres. Una mujer que pare en casa con amor es muy difícil que tenga una relación violenta con su pareja. Es una decisión por la paz".
La joven partera –apenas rebasa las tres décadas de edad- cuenta que no hay partos largos ni cortos, "los partos duran lo que tienen que durar". Con tanta responsabilidad a cuestas, Cristina dice que en realidad "su responsabilidad es que la mujer entienda que es su responsabilidad, que es su parto".
No se considera terapeuta. Más bien, apunta, "tengo la habilidad de hacer preguntas difíciles con sutilidad, porque las mujeres se tienen que enfrentar a muchas emociones durante su embarazo. Las mujeres tenemos que hablar. No podemos parir solas".
Tanto compromiso y pasión por su oficio, tanta luz derramada, le ha sido recompensado con creces. "Recibo mucho más de lo que doy porque al estar en un parto la mamá me está invitando a participar el momento íntimo de su vida. Y las mamás me cuentan sus secretos y me piden que se los guarde".
Al ver y atender decenas de partos, la pregunta obligada es si se le ha antojado a ella experimentar su propio parto, a lo que responde con una amplia sonrisa: “Claro. No creo que sea un embarazo planeado como la mayoría, pero sí me da mucha emoción parir. Sobre todo porque mi compañero es un experto en partos, ha estado muchos años acompañándome y escuchando historias de partos y me ilusiona parir con él para ver cómo reacciona al fin en un parto después de escuchar tanto. Pero llegará cuando tenga que llegar, no tengo prisa".

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