Por: Cecilia Jan
Aviso para navegantes: este post contiene detalles de cómo han sido mis dos primeros partos, lo que algunos equiparan a las batallitas de la mili en versión femenina. Porque todavía no puedo contar cómo ha sido el tercero, para el que faltan dos meses. Solo mi deseo de que no sea igual, aunque muchos -yo misma incluida durante algún tiempo- dirían que los anteriores fueron perfectos y envidiables.
En los dos casos, rompí aguas en casa antes de tener contracciones. Con David, desde ese momento hasta que di a luz, pasaron solo nueve horas, un parto bastante rápido para ser el primero. Con Natalia, ni cinco horas (si me descuido, la tercera va a nacer en el ascensor). No tuve mucho dolor, ya que al poco tiempo de ingresar en el hospital, me pusieron la epidural. Los dos fueron partos vaginales, los niños nacieron sanos, me recuperé bastante bien...
¿Entonces, por qué quiero que el siguiente sea distinto? ¿Por qué pretendo usar métodos alternativos a la epidural para controlar el dolor, y voy a cambiar de ginecólogo y de hospital?
Simplemente, porque en los dos partos anteriores, me sentí, en vez de como una mujer en un momento muy importante de su vida, como un cordero, al que traen y llevan y con el que hacen lo que quieren. Llegué, me ingresaron, una persona que solo dijo que era la matrona me hizo un tacto vaginal (no pido que me inviten a salir o me regalen flores primero, pero creo que algunos profesionales no son conscientes de que lo menos es presentarse, con nombre y apellidos, a una mujer a la que vas a meter la mano hasta el fondo); sin explicarme nada, ni preguntarme nada, me tumbaron, me ataron para monitorizar el ritmo cardíaco del feto, me pusieron una vía y me enchufaron oxitocina sintética (hormona para acelerar las contracciones y el parto). Pedí la epidural (durante el embarazo, tampoco me explicaron otras alternativas, ni las ventajas ni riesgos). No me dieron opción de beber o comer algo. Lo único de lo que me libré fue del rasurado y del enema, que por alguna razón, por suerte, ya no estaban incluidos en el protocolo del hospital.
En el paritorio, recuerdo poca cosa. Tumbada en la camilla-potro, con mucha luz en la cara, e instrucciones de cuándo tenía que empujar, porque yo no sentía nada. En algún momento, después de un rato que se me hizo muy largo, rodeada de desconocidos con mascarilla, dejaron pasar a Eduardo. En los dos partos me atendieron ginecólogas, pero tampoco se presentaron. Me hicieron episiotomía las dos veces, sin decirme nada tampoco (por suerte, no lo noté por la epidural). Se llevaron a los bebés a pesar, a hacerles el test de Apgar y a la profilaxis típica antes de ponérmelos encima.
Pero cuando amigos y conocidos te preguntan qué tal fue, no cuentas eso. "Muy bien, fue muy rápido. El bebé está estupendo", es lo normal, y más cuando oyes otras historias (20 horas de parto para acabar en cesárea, fórceps, etc). Sin embargo, te queda ese resquemor porque te has perdido una parte muy importante de tu vida, porque ha pasado y no te has enterado muy bien de cómo ha sido.
Con ese resquemor, y ya embarazada por tercera vez, llegó a mis manos el libro Los secretos de un parto feliz (Ed. Grijalbo), de Marta Espar. Esta periodista no es ninguna hippy radical. No habla de irte a parir sola a la montaña, ni reniega de todos los avances médicos que han contribuido a reducir las muertes perinatales en las últimas décadas, ni aboga por parir con dolor como dice la condena bíblica.
Ha escrito un libro muy documentado, que incluye medio centenar de entrevistas, con madres, pero también con algunos de los ginecólogos, matronas, políticos, gestores y miembros de asociaciones, como El Parto es Nuestro, que en los últimos años están cambiando el panorama de la atención al parto hacia las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, basándose en las últimas evidencias científicas. Unas recomendaciones que han hecho suyas el Ministerio de Sanidad, las comunidades autónomas y las sociedades médicas, al consensuar a finales de 2007 la Estrategia de Atención al Parto Normal, y que sin embargo, se cumplen aún en pocos hospitales y maternidades españolas.
En resumen, explica Espar, "el parto es un hecho fisiológico, y solo hay que intervenir cuando es necesario", es decir, cuando hay complicaciones clínicas. En un parto normal, el 80% de los casos, hay multitud de procedimientos que muchas sufrimos que no sólo no están justificados ni aconsejados, sino que en el mejor de los casos producen incomodidad y en el peor, aumentan el riesgo para la madre o el bebé. Prácticas rutinarias que además se realizan sin informar a la parturienta de la causa o pedir autorización, y que normalmente las mujeres no cuestionamos porque creemos que si lo hacen los profesionales, será porque es lo mejor. El problema es cuando, como en mi caso, descubres que no es así.
Entre estas prácticas, están el rasurado, el enema o el ayuno total; la administración de oxitocina artificial sin esperar a la progresión natural del parto -provoca contracciones más dolorosas y rápidas que las naturales, lo que aumenta la demanda de analgesia epidural-; obligar a la mujer a permanecer tumbada boca arriba durante la dilatación y el parto, cuando está demostrado que si la mujer puede caminar y cambiar de posición, soporta mucho mejor el dolor de las contracciones y el parto es más rápido; o la episiotomía, un corte en el periné, en teoría para evitar desgarros, pero que aparte de los incómodos puntos, pueden provocar disfunción sexual, incontinencia urinaria y fecal y otras lesiones. En España también se practican muchas más cesáreas de las recomendadas por la OMS (un máximo de un 15%), y aún existe la creencia de que son más seguras que un parto vaginal, cuando se trata de una operación de cirugía mayor que "aplicada en mujeres sanas con partos de bajo riesgo, puede provocar efectos secundarios y complicaciones graves", explica Espar.
Para esta periodista y colaboradora de EL PAÍS, se trata de una "cuestión de balance". "¿Qué prefieres, algo de dolor durante el parto o el riesgo de pasar tres semanas sin poder andar o con un flotador porque tienes una raja impresionante, o incontinencia?" "Si no quieres aguantar el dolor no lo hagas, pero que sepas que si lo haces, tienes beneficios". El problema es que muchas veces, ni le ofrecen a la mujer alternativas al dolor ni le explican los riesgos de la analgesia epidural (está asociada a un periodo expulsivo más largo y a un mayor riesgo de que el parto sea intrumentalizado; a altas dosis puede causar problemas respiratorios en el bebé a corto plazo y somnolencia) de forma clara para que pueda decidir libremente.
No se trata de aguantar el dolor a pelo, sino de ir "de menos a más", dice Espar: al principio de la dilatación, muchas mujeres encuentran las contracciones soportables si las dejan moverse libremente, adoptar la postura que quieran, con el apoyo de la persona que elijan. También alivian mucho las duchas y baños con agua caliente. Luego se puede pasar a otras técnicas de menor riesgo, como el óxido nitroso. Y también se podría aplicar la epidural a dosis más bajas, de forma que permita a la mujer moverse, como se hace en algunos hospitales. El problema es que procedimientos de rutina como los antes descritos (monitorización continua con la mujer tumbada y oxitocina sinténtica) provocan un efecto dominó, ya que el dolor de las contracciones durante la dilatación es mucho más fuerte.
Espar recomienda que la embarazada se informe, que lea, ya que "aún no hay garantías de que en todos los hospitales y ambulatorios vayan a facilitar la información adecuada". Por ejemplo, hay mucha información en la página de El Parto es Nuestro. También la estrategia de atención al parto y la Guía de Práctica Clínica sobre la Atención al Parto Normal (con una versión para embarazadas, acompañantes y familiares) están publicadas en la web de la Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME) y en la del Ministerio de Sanidad, donde aparecen ejemplos de hospitales con buenas prácticas. "Lo interesante es que una menor tasa de cesáreas o episiotomías en estos centros no tiene correlación con que atiendan más mujeres con embarazos de riesgo", es decir, que "no depende de cómo sea la mujer, sino del estilo de trabajo de los profesionales". La propia Espar ha vivido dos partos medicalizados, y el tercero, muy reciente, "respetado gracias a lo que aprendí para escribir el libro"
Entrevisto a Marina Jaime, matrona y supervisora del área de Obstetricia del hospital público Puerta de Hierro (Majadahonda, Madrid), uno de los que considero para mi tercer parto, después de que mi ginecóloga del hospital privado de Madrid donde di a luz las dos veces anteriores a ciegas, sin informarme sobre este tema y confiando en los médicos, me confirme que hay cero posibilidades de un parto más respetado, pues es su sistema de trabajo y tampoco lo permite la infraestructura del centro. Desde luego, lo que me cuenta Jaime suena muy diferente a lo vivido hasta ahora. Me explica que en partos de bajo riesgo la dilatación y la asistencia al nacimiento están controlados por la matrona (es uno de los puntos en los que se basa la Estrategia).
"Cuando la mujer ingresa, la matrona le pregunta qué desea, qué le gustaría, y si algo no es posible, le explicamos por qué". Después, facilitamos el acompañamiento por la persona que la mujer elija y la deambulación, ofrecemos alternativas para paliar el dolor, cuando nace el bebé, se procura el contacto piel con piel con la madre". El hospital, cuya área obstétrica se inauguró en 2008, cuenta con pelotas, óxido nitroso, sillas de parto vertical, lianas, telemetría para pasear mientras se dilata...
"La matrona es la interlocutora. Según lo que desea la mujer, se le va explicando, aconsejando, siempre en función de sus demandas que pueden cambiar durante el parto", añade Jaime. "Por ejemplo, si el parto va lento, o tolera el dolor peor de lo que creía, a lo mejor pide la epidural cuando al principio no la quería". En fin, "se intenta respetar lo que quiere y cumplirlo, de forma que si no lo ha tenido, siente que se le ha explicado por qué, y no genera un sentimiento de frustración"
Este hospital acaba de obtener la acreditación de la IHAN (Iniciativa para la Humanización de la Asistencia al Nacimiento y la Lactancia), de Unicef, para lo cual debe cumplir unos requisitos no solo para el fomento de la lactancia materna, sino también en cuanto a una atención respetuosa durante el parto. En 2010 atendió 2.966 partos, con una tasa de cesáreas del 20% (entre el 15% recomendado por la OMS y el 25% de media en España) y del 17% en partos instrumentales. Entre mayo de 2009 y mayo de 2010 (últimos datos disponibles) la tasa de episiotomías fue del 19%, "aunque ahora es claramente menor", dice Jaime. Sin embargo, aún sin cifras en la mano, la matrona reconoce que es difícil reducir la cifra de epidurales, pese a ofrecer alternativas para el manejo del dolor, y explicarlas en la preparación al parto y en la charla de preacogida a las futuras madres. "Dudo que llegen al 10% las mujeres que dan a luz sin epidural, y algunas de ellas no es porque no quieran, sino porque ya llegan muy dilatadas", dice.
"Durante muchos años, la manera de tratar a las mujeres en el parto ha generado mucho miedo, por el poco apoyo de los profesionales, no porque no quisieran, sino más bien porque la masificación de los hospitales obligaba a partos muy intervenidos, que se aceleraban porque había que atender a más mujeres detrás", opina. "Esto hace que el dolor sea muy difícil de soportar, hemos hecho creer a la mujer que el parto es una situación horrible, y ahora hay que deshacer la creencia de que sin epidural es horroroso".
Sorprendentemente, ha sido fácil y rápido pedir cita con el especialista en el Puerta de Hierro, mediante el sistema de libre elección de médico implantada en la Comunidad de Madrid. Si no, hubiera seguido con mis consultas por lo privado y el día del parto me habría ido a este hospital por Urgencias. Pero como el procedimiento para cambiar de centro depende de cada comunidad, Espar aconseja ir con el plan de parto (un documento con las preferencias de la mujer) al hospital elegido y solicitar el traslado, explicando por escrito los motivos. "Hay hospitales que reciben muchas mujeres de su entorno, insatisfechas con partos anteriores. Funciona mucho el boca a boca", dice la periodista, que pone como ejemplo cómo muchas embarazadas de Murcia acuden al hospital La Plana, en Castellón.
Francisca Fernández, abogada y asesora jurídica de El Parto es Nuestro, insiste en que las mujeres "busquen información y que sepan que tienen derecho a negarse a cualquier intervención que no deseen", sea en el hospital que sea, según la Ley de Autonomía del Paciente, lo que incluye, por ejemplo, la aplicación de oxitocina o la episiotomía.
No sé cómo saldrá, si acabaré pidiendo la epidural a gritos a la segunda contracción, pero por lo menos, espero que tener una atención respetuosa y en la que sienta que puedo participar en un proceso tan importante. El desenlace, en un par de meses.
NOTA: Las imágenes que ilustran esta entrada son posturas recomendadas para la dilatación y el expulsivo de la Iniciativa Parto Normal de la FAME.
Fuente: El pais.
1 comentario:
Madre mía... cada vez somos más las mujeres que andamos "dando caña" con estos temas.
Ojalá llegue el día que se vea como algo propio, como lo natural. No habrían más opciones pues parir con respeto sería lo normal...
Gracias chicas.
Publicar un comentario