Llegas a casa con una paz y una felicidad inmensas, pero, de repente, te da por llorar. El bebé está sano, tiene cinco dedos en cada mano y en cada pie y además es el más guapo del mundo. Pero también hay peros. El parto ha sido una experiencia dura, te molesta ahí abajo, te tiran los puntos, te duelen las tetas, el teléfono no para de sonar, la nevera está vacía, te mueres de sueño, el padre tiene que salir a comprar y a hacer papeles y más papeles, la ropa sucia se amontona… y lo más difícil de gestionar: visitas que no apetecen, la abuela que dice este niño tiene hambre, la cuñada que discrepa con un pero si acaba de comer, la visita que dice que lleva demasiada ropa y tiene calor, la vecina que ha mirado en internet. Todo el mundo opina y a la madre, en un momento de extrema vulnerabilidad, le entra una flojera que le impide concentrar todos sus esfuerzos en lo que toca y le pide el instinto: hacer de madre.
Ahí es donde entran en juego las doulas, una figura que gana popularidad y cuya función es velar por el bienestar físico y emocional de la madre y la nueva familia. Desde cuando la usuaria decida: preparto, parto o postparto. Ellas defienden su papel en una sociedad donde, apuntan, la madre que llega a casa está sola: no es como antes, cuando mujeres de varias generaciones y parentescos convivían y compartían mucho más su experiencia. Las doulas, una palabra de raíz griega, no son médicos ni comadronas. No hay ningún organismo que certifique su profesionalidad, aunque lo están intentando.
En Barcelona, hace cuatro años que se constituyeron en asociación, Mares Doules, y las 65 asociadas se forman en cursos impartidos por varios expertos (doulas reconocidas por su experiencia, pediatras, comadronas, especialistas en lactancia, en postparto, psicólogos) y firman un código ético en el que se comprometen, entre otras cuestiones, a escuchar y ayudar pero sin dar consejos, a no realizar tareas clínicas, médicas, ni diagnósticos, además de no divulgar información personal de los clientes.
Para poner un ejemplo, destaca la presidenta de la Mares Doules, Clara Vergés, una doula no aconseja si parir en casa o en el hospital, si con epidural o sin ella, si teta o biberón… Una doula apoya las decisiones de la madre. La práctica de algunas doulas, sin embargo no está ni ha estado exenta de polémica, por prácticas que Vergés considera que no les corresponden. Su relación con el colectivo de comadronas no es fácil, admite. “El nuestro es un trabajo sobre todo presencial, aconsejar lo tienen que hacer las comadronas. Lo importante es que la madre a veces está desbordada y necesita alguien que la escuche, la aísle de tantas voces y le dé seguridad. No se trata tanto de decir, ‘haz esto’, como de ‘¿y tu cómo lo ves, qué te parece, qué querrías hacer?’”. Vergés destaca también que la ausencia de vínculos emocionales entre la madre y la doula facilitan la relación.
El trabajo de las doulas varía mucho en función de la realidad de cada familia. “Hay madres que piden que les cocines, otras que las escuches, a veces ponemos lavadoras, organizamos el espacio… La madre lo que tiene que hacer es mirar a la criatura y seguir su instinto, pero a menudo necesita que le den confianza en ella misma, en su pediatra, en su comadrona. Cuántas veces no hemos escuchado aquello de ‘no sé si lo estoy haciendo bien’. ¡Pues claro que sí!”.
¿Y los padres? ¿Qué papel juegan? ¿No pueden sentirse desplazados? “Hombre, responde Vives, vamos un par de horas durante cinco días seguidos y luego cuatro horas en días sueltos [es el pack básico de Mares Doules], no le quitamos el sitio. Nosotras no vamos a arrinconar a nadie, ni padres ni abuelas, sino a que todo el mundo esté en su sitio. Es más, en ausencia de vínculos emocionales, muchas veces hacemos de puente”.
En el caso de las madres que confían en doulas para el preparto y el parto, la filosofía es la misma. Vergés explica que cada vez más llaman mujeres que tuvieron una mala experiencia en el primer parto y quieren que aquel recuerdo no se repita. Y apunta que también crece el número de hombres que expresan su deseo de no estar en el parto acompañando a sus mujeres, aunque la doula también puede acompañarles a ambos.
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