domingo, 17 de abril de 2011

Hasta un 43% de las mujeres deja de trabajar por los hijos

Las posibilidades bajan al crecer la familia. Empiezan a apartarse del mercado laboral ya con el primer chico, por el rol que juegan en el hogar. Y el extremo se da en las que tienen más de cuatro. En los hombres, en cambio, no hay variaciones. Las posibilidades bajan al crecer la familia

La mujer que trabaja, además, suele tener una pareja que quiere sostener, una casa que llevar adelante, y unos hijos que terminan por absorberle la vida. Y claro, se queja, porque está agotada, porque no puede más, porque no se siente tan feliz como debería. Porque no sabe, no quiere, no puede delegar, y si lo hace tal vez se siente mal, culposa. El sinfín de contrariedades y contradicciones que genera la maternidad se ha vuelto un tema recurrente, y lo es, porque afecta a millones de mujeres en su cotidianeidad. Y más allá de percepciones o sentimientos particulares, hay hechos concretos. Por ejemplo, la participación laboral de las mujeres se reduce hasta un 43% si son madres.

“Los hijos ¿influyen de igual manera en la vida de las mujeres y de los hombres?”. Así se llama el último Anuario del Observatorio de la Maternidad (OM). Su autora, la politóloga Carina Lupica, no duda: “La llegada de los hijos influye de manera diferente en la vida de mujeres y varones. Una de las mayores diferencias se ve en las capacidades de desarrollo en el mercado laboral. En los últimos 20 años la tasa de participación laboral femenina se incrementó de 40,2% a 63,8% promedio”. Sin embargo, esa participación es baja contra el 77,9% masculino.

La trayectoria laboral de las mujeres está condicionada por el rol que desempeñan en el hogar y la llegada de los hijos. La tasa de participación laboral disminuye a medida que nacen los hijos, mientras que la de ellos se mantiene constante”, agrega Lupica.

Y lo confirman las estadísticas (son del OM en base a la última Encuesta Permanente de Hogares EPH).

Participa del mercado laboral el 79,2% de las mujeres jefas de hogar o cónyuges sin hijos , el 64,7% de las que tienen 1 o 2 hijos, el 58,1% con 3 o 4, y sólo el 45,3% con más de 4 hijos . En cambio, la participación laboral de los varones siempre es alta, independientemente de si tienen hijos.

“Esta brecha tiene nombre: se llama desventajas de la maternidad en el mercado de trabajo ”, dice Lupica. Y es un círculo, ya que las chicas que tienen hijos en general deben dejar de estudiar y eso las complica después para trabajar: una de cada dos madres no termina el secundario y un 30% vive en hogares bajo la línea de pobreza. Un dato lapidario: las mujeres que son madres tienen cinco veces más probabilidades de ser pobres. “La distribución tradicional y desigual de las tareas del hogar y de cuidado entre hombres y mujeres provoca que ellas, que aún asumen esas tareas aunque trabajen fuera de sus casas, tengan que adaptar su inserción y desarrollo laboral a su maternidad”, sostiene Lupica.

Laura Gutman –terapeuta familiar y escritora– aporta otra mirada sobre lo que significa ser padres para unos y otras: “Claro que es diferente. Somos mamíferos, y la supervivencia de la cría depende de los cuidados de la madre. Si las hembras no nos sentimos apegadas a nuestra criatura, es porque pasaron varias cosas: el proceso del parto ha sido deshumanizado, masificado, intervenido y posiblemente anestesiado. Es muy difícil “conectar” humanamente con la cría y sentir apego después de una experiencia así. Y están los condicionamientos de nuestra vivencia cuando fuimos bebés: seguramente fuimos abandonadas y desprotegidas. Ambas realidades nos hacen percibir que la criatura es alguien “externo” a nosotras, y desde esa realidad nos “molesta” que el bebé nos cambie la vida a nosotras, las madres, mientras somos testigos de que al padre le cambia muy poco”.

Lo concreto es que cotidianamente la mujer debe hacer malabares físicos y emocionales para congeniar sus obligaciones, necesidades y afectos. ¿Es un deber de la sociedad ayudarla? ¿Tienen que actuar los legisladores? ¿Es un tema de Estado? “Dudo mucho que sea cuestión del Estado. Creo que es una cuestión de decisiones individuales y luego colectivas. En algún momento tendremos que preguntarnos qué queremos para nuestros hijos, es decir, para el futuro de nuestra sociedad. ¿Nos importa generar una sociedad solidaria, bondadosa, generosa y en la que la prioridad sea el bienestar de unos y otros? ¿O preferimos luchar para someter a los más débiles? Si nos importa lo primero, entonces el confort de bebés y niños pequeños debería ser prioritario. Y el confort de toda criatura está siempre ligado a la presencia amorosa de una persona maternante”, dice Gutman.

Para Lupica, se debe fomentar la maternidad como una responsabilidad social compartida entre hombres y mujeres al interior de los hogares, pero también entre el Estado, el mercado y la sociedad. “Es necesario asumir que la mayoría de las madres trabajan de forma remunerada y aportan con sus ingresos al sostenimiento de sus hogares.

El varón debe poder ejercer un rol más activo en el cuidado de sus hijos , se debe reorganizar el ámbito productivo y las jornadas de trabajo, al tiempo que el Estado debe avanzar en la prestación de servicios de cuidado de calidad. La promoción de la maternidad como un valor social y una responsabilidad compartida es un paso fundamental para cimentar una sociedad más justa y equitativa”.


Fuente:www.clarin.com

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