Mayo 2011, el IMMF, Instituto Madrileño del Menor y la Familia separa a una madre marroquí que vivía en una residencia de madres jóvenes sin recursos, Habiba, de su bebé de 15 meses a la que amamantaba a demanda (no sometida a un reloj) tal como recomienda la OMS y la Asociación Española de Pediatría.
Alegan que el motivo de la separación es por “no cumplir con los objetivos de una programa de psicoterapia y habilidades maternales que implica abandonar la lactancia materna prolongada por considerarla caótica y perjudicial para los niños y niñas. En esos centros obligan a las madres lactantes a tomar medicación para que se queden sin leche, algo que, además de acientífico e inhumano si ellas no quieren, es incoherente con su bajo nivel económico porque la lactancia es gratuita.
El caso de Habiba es cierto, ha destapado LOS HORRORES de la política de los centros de menores respecto a los vínculos de los bebés con sus madres y su facilidad para separarlos y arrebatárselos; ha movilizado a la blogosfera maternal y activista que ha puesto en marcha una recogida de firmas online y hay entidades serias defendiendo el derecho de esta madre a tener a su hija y demostrando sus capacidades físicas y mentales como La Fundación Raíces, la psiquiatra infantil del hospital Puerta del Hierro y profesora de la Universidad Autónoma de Madrid Ibone Olza y el abogado especializado en defensa de menores Juan Ignacio de la Mata.
Abajo adjuntamos información sobre este suceso que vuelve a poner sobre la mesa el desamparo de muchas madres sin recursos, el ABUSO DE PODER INSTITUCIONAL y el fanatismo de la pedagogía negra que sigue campando en estamentos oficiales en contra de la Ética, de las necesidades de los bebés mamíferos y sus familias y de los estudios neurológicos y sobre el vínculo.
Y os dejamos con un relato mitológico de la psicóloga Mónica Álvarez respecto a este tema:
Hace muchos, muchos años en un reino muy lejano vivían una madre y una hija. Su vida transcurría feliz. No tenían muchas cosas materiales, pero a la niña nunca le faltaba comida ni nutricional ni emocionalmente hablando, porque su madre era la diosa de la agricultura, la madre nutricia de cuyos pechos manaba leche y miel.
Un día la niña jugaba tranquila en el jardín y pasó por allí un rey de otro reino que al verla se prendó de ella y la quiso para sí. Como era un ser poderoso no tuvo más que cogerla. Dicen que se abrió un agujero en la tierra y por allí se la llevó a su reino subterráneo.
La madre cuando salió a buscarla, al no encontrarla, enloqueció de dolor. Salió a los caminos, preguntó por ella a todo el que encontró pero nadie había visto nada. Y si habían visto, callaron, pues nadie quería problemas con el señor poderoso.
Recorrió toda la tierra llevando a cuestas sus pechos doloridos, preguntó a cada habitante, a cada ser, pero nadie le pudo dar noticia de su hija.
Incluso acudió indignada al dios supremo, pero ni siquiera éste pudo (o quiso) enfrentarse con quien tal vez era tan poderoso incluso como él.
Finalmente la madre se sentó en lo alto de una colina y se negó a comer, a trabajar, a reir, a llorar… Tal fue la fuerza de su dolor que las estaciones dejaron de sucederse unas a otras. Las cosechas se paralizaron, la tierra se agostó, reseca, dolorida. Los alimentos se acabaron. Los pechos de las mujeres se secaron igual que los de la madre y los niños lloraban porque tenían hambre.
Enviaron a un grupo de hombres sabios a presencia de la madre a la que llevaron ofrendas y lo poco que les quedaba para comer para que hiciera regresar el transcurrir del tiempo y las cosechas. Pero la madre los miró y giró la vista hacia el infinito.
Finalmente acudieron al dios supremo para que mediase y encontrara una salida. El dios supremos habló con el rey del reino subterráneo, negociaron y llegaron a un trato. Los años habían pasado y la niña ya era una mujer que se había casado con el rey convirtiéndose en la reina de aquel lugar. Acordaron que pasaría medio año con su esposo y otro medio con su madre en el reino de los vivos. Así aparecieron las estaciones tal y como las conocemos en la actualidad.
En la época de sequía la reina toma posesión de su trono junto a su marido el rey y el resto del año regresa con su madre y florecen las flores y el campo da su fruto hasta completarse de nuevo el ciclo. Madre e hija se reencontraron y comenzaron una nueva vida en común.
(El regreso de Perséfone de Frederic Leighton)
Ésta es, según la mitología griega, la historia de las diosas Démeter (diosa de las agricultura, los ciclos, protectora del matrimonio y la ley sagrada) y Perséfone (diosa de la juventud), madre e hija. Los romanos las adoptaron en su propio panteón de dioses y las llamaron Ceres y Proserpina. El dios malvado que raptó a la niña era Hades (o Plutón), dios de la riqueza en el inframundo y el dios aparentemente todopoderoso, Zeus (o Júpiter).
Una historia moderna, antigua… tan vieja como la vida misma.
Mónica Álvarez
Psicoterapia Perinatal
Duelo gestacional y perinatal
1 comentario:
El "cuento" me parece hermoso a pesar de que esta realidad sobre Habiba sea tan triste...
Gracias por compartirlo.
Abrazos.
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