Fuente: amamadoula
Antiguas civilizaciones eran conocedoras de la relación emocional entre el bebé intrauterino y su madre. Así, los celtas, los egipcios, los chinos hace más de mil años sabían que las madres debían de vivir su embarazo con serenidad y en armonía. Establecían actuaciones para que la madre estuviera durante su ingravidez en las mejores condiciones, pues los nueve meses de embarazo determinaban a la persona y a su futuro en gran parte.
La sociedad industrial desde mediados del siglo XX hasta ahora se ha centrado en una carrera de economía, de tecnología… olvidándose de la Vida, pero afortunadamente, hoy en día se ha retomado la investigación científica en torno a la vida prenatal, a la vida uterina. Así se estudia desde la física cuántica y la teoría de los campos bióticos la grabación celular; desde la psiquiatría, la medicina y la psicología se estudian las huellas afectivas acogidas por el útero, y finalmente, a través de investigaciones en varias disciplinas conjuntamente, están estudiando el desarrollo de los sentidos en el feto.
Comienzan a salir a la luz investigaciones que demuestran que es durante el periodo prenatal cuando los humanos fijamos la base de nuestra personalidad… y de nuestra salud.
Campos como la genética, la biología, la medicina y la psicología llevan más de 25 años estudiando al respecto y están demostrando que todo lo que sucede en el útero materno, se queda grabado en nuestro subconsciente.
La manera de llegar al mundo, la forma de nacer, influye en nuestra vida emocional y en nuestra vida mental y física, conformando unas formas de comportamiento y unas creencias a lo largo de nuestra vida.
Muchos de los problemas psicológicos y somáticos tienen su raíz en la vida intrauterina y en el nacimiento. Primero el embrión y luego el feto son conocedores de su entorno, acumulan sensaciones, sienten emociones que luego, en sus vidas, les llevarán a estados de enfermedad o de salud, de felicidad o angustia, de éxito o de fracaso…
La doctora Claude Imbert ha desarrollado su trabajo en la exploración de la inconsciencia de la memoria prenatal, liberando huellas de este periodo para conseguir una sanación profunda y duradera.
Michel Odent y Frederic Leboyer durante los años 70, resaltaron la importancia del nacimiento y de cómo la forma de nacer influye en la vida de la persona, en su psique. La forma de comportarnos de niños y de adultos se relaciona con el momento del nacimiento y la acogida que el bebé tenga en esos primeros momentos.
La primera programación de nuestras células sucede en el vientre materno. Y la simbiosis que se produce entre el hijo y la madre es tan grande que todo lo que la madre siente, el hijo lo siente con ella. Todo se graba en su memoria celular, en su memoria orgánica.
Una profesora de educación de la voz, Marie Louise Aucher, trabajó en varios hospitales de Paris viendo como los sonidos de la escala musical marcan sobre el cuerpo humano un meridiano energético bien conocido en la acupuntora. De los trabajos de la Dra. Aucher, nacieron en Paris con el apoyo de Michel Odent, las “Maternidades cantoras” , con el fin de facilitar el parto a través de un ambiente familiar creado por el personal sanitario y los padres conjuntamente. Esto mejora el estado general de las madres quienes traen al mundo niños bien equilibrados, tranquilos, alegres y serenos. Así, el Dr. Tomatis realiza su trabajo reequilibrando a niños y a adultos con alguna perturbación, haciéndoles escuchar la voz de sus madres tal y como la recibían en el útero, con lo que esta regresión les permite contactar de nuevo con sus energías primarias y retomar la evolución normal en sus vidas.
Los prematuros a cargo del Dr. Couronne en el hospital de Metz (Francia) son tratados con lo que él ha denominado “el cordón umbilical sonoro” que les hace conectarse de nuevo con sus padres. Porque un bebé prematuro es el que no ha madurado por completo y necesita de la presencia de su madre muchísimo más que cualquier otro bebé nacido a término.
El bebé nonato registra en su memoria celular el bagaje afectivo que recibe de su madre básicamente, pero también de su padre y de su entorno. Un psiquiatra de Toronto (Canadá) el Dr. Verny, dijo que las ideas que una madre se forma respecto a su hijo, la comunicación que establece con él, el amor que le tiene, influye directamente sobre el desarrollo de su futuro carácter, de su personalidad e incluso de su desarrollo físico.("La vida secreta del niño antes de nacer").
También la influencia de las vivencias emocionales de la madre repercute sobre los parámetros del bebé y de su futuro como ser. Las estadísticas revelan que hay una evidente relación entre las perturbaciones emocionales de la madre y los trastornos psicológicos del niño. (Dra. Richard, Hospital de Tours, Francia).
También la influencia de las vivencias emocionales de la madre repercute sobre los parámetros del bebé y de su futuro como ser. Las estadísticas revelan que hay una evidente relación entre las perturbaciones emocionales de la madre y los trastornos psicológicos del niño. (Dra. Richard, Hospital de Tours, Francia).
En la mujer embarazada, las hormonas del estrés atraviesan la pared placentaria inundando el feto quien desarrolla el mismo estado fisiológico que su madre, pero mucho más fuerte todavía ya que no tiene estrategias para defenderse de algo que viene de fuera, al contrario que su madre quien ha tenido tiempo en su vida para aprender a defenderse de esta situación. Una situación puntual no deja tanta herida en el feto como situaciones continuadas de estrés. Y al contrario, cuando una madre es positiva en su actitud, cuando se vive el embarazo en un estado de alegría y felicidad, se segregan las hormonas de la felicidad que aportan a su hijo tranquilidad y bienestar.
Cualquier sufrimiento de la madre afecta a su bebé nonato, pero si la madre habla con su bebé y le tranquiliza, le dice que no tiene que ver con él, que lo va a superar y que la vida tiene estas situaciones, el bebé percibirá también esta tranquilidad que su madre manifiesta (Francoise Dolto) y le predispondrá a una fortaleza de carácter.
Porque hay numerosos hechos que demuestras que el pensamiento se transforma en una imagen mental que llega al feto. Por eso es que los pensamientos negativos dejan una huella, de la misma forma que los positivos dejan su impronta. La influencia mental sobre la salud está demostrada por numerosos autores. Físicos de varios países han demostrado que las informaciones que llegan a las partículas se quedan grabada y se comunican con otras partículas. Biofísicos como Sheldrak hablan del campo morfogénico o biótico.
Hoy en día se ha constatado que al ser positiva la madre desde su consciencia, se transporta esa positividad al feto, por lo que puede introducir en él estabilidad y salud en su psique, pero también en su cuerpo físico.
Hemos de tener muy claro que los padres hacemos lo que sabemos, lo que podemos y no tiene sentido culpabilizarse cuando las cosas se hacen con alegría y optimismo. El día que ese bebé sea adulto, continuará su vida de la forma que sepa o que necesite igualmente a como hicieron sus padres.
Es importante saber que no hemos de proyectar nuestros miedos y nuestras pre-ocupaciones a nuestros bebés nonatos, a nuestros futuros hijos. De la misma forma que no han de soportar los fracasos y las frustraciones de sus padres.
Hemos de entender y aceptar que el bebé es un ser único, libre y que será poseedor de su propia vida… es importante disponer de un momento al día para poder conectar con ese ser y hablarle para decirle, desde el más profundo amor incondicional cuánto se le ama, la maravillosa persona que va a ser y cuánto cariño y Amor le va a rodear para que consiga ser una persona noble, generosa… y hablarle a lo largo del día como si ya hubiera nacido, como si estuviera frente a nosotras.
Esa importancia de la conexión intrauterina en positivo es algo que toda mujer embarazada debería de saber y de tener siempre muy presente, por el hijo que nacerá y por ella. Porque de un hecho tan simple dependen tantas cosas…
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